Alentado por el motín del 18 de abril en Chuquisaca, que resultó en la herida y renuncia forzada del Presidente Sucre, el General Francisco Javier de Aguilera aprovechó la situación y lideró una breve pero significativa rebelión en la ciudad de Vallegrande, Bolivia. Escondido en los Yungas de Arepucho desde 1825, Aguilera conspiró en complicidad con las autoridades locales de Vallegrande, que le eran leales, para proclamar el regreso al dominio de Fernando VII. Su levantamiento fue un intento de desafiar el gobierno establecido y restablecer la autoridad monárquica. El General Aguilera logró tomar el control de la ciudad y anunció su intención de revertir el curso político de Bolivia. Sin embargo, su gobierno efímero llegó a su fin el 30 de abril del mismo año. El Coronel Anselmo Ribas lideró una fuerza militar que derrotó a Aguilera, poniendo fin a su rebelión. Tras su derrota, Francisco Javier de Aguilera fue arrestado y, posteriormente, fusilado. Su intento de cambiar el curso de la historia boliviana y restaurar el dominio de Fernando VII fue efímero, pero su rebelión dejó una marca en la memoria colectiva del país. Este episodio resalta la agitación política y los conflictos que marcaron el proceso de consolidación de la independencia en Bolivia. Además, destaca la determinación de diversos actores en luchar por sus ideales y desafiar el orden establecido. La rebelión de Francisco Javier de Aguilera en Vallegrande se convierte en un capítulo importante de la historia boliviana, que refleja las tensiones y luchas internas que moldearon el devenir del país en su camino hacia la consolidación de la República.
Bibliografía: Paredes, José Antonio. Historia de Bolivia: Época republicana. La Paz: Editorial Gisbert, 1995. Rojas, Carlos D. Francisco Javier de Aguilera: El último virrey de Bolivia. Cochabamba: Editorial Los Amigos del Libro, 1982. Camacho Rocabado, Carlos. Rebeliones y revoluciones en Bolivia, siglo XIX. La Paz: Plural Editores, 2002.