En el año 1767, a través de un decreto real emitido por el rey Carlos III de España, se decretó la expulsión de los sacerdotes jesuitas de América y Filipinas. Esta medida también fue respaldada por Pedro de Abarca y Bolea, conde de Aranda y presidente del Consejo de la Corona, quien influyó en su aprobación. Las instrucciones para llevar a cabo la expulsión fueron dirigidas tanto a los virreyes como al gobernador de Buenos Aires y al presidente de la Audiencia de Charcas, y se emitieron mediante otra cédula real el 1 de marzo del mismo año. Este decreto tuvo un impacto significativo en las colonias americanas y en las misiones jesuitas en Filipinas. A partir de la promulgación del decreto, se inició un éxodo de los religiosos jesuitas hacia España, el cual se prolongó hasta 1773. Durante este período, los jesuitas tuvieron que abandonar sus misiones y comunidades en América y Filipinas, dejando atrás un legado cultural y educativo importante. La expulsión de los jesuitas fue motivada por diversas razones, entre ellas conflictos políticos, económicos y religiosos. Se acusaba a la Compañía de Jesús de acumular demasiado poder e influencia en las colonias, lo que generó tensiones con la corona española y otros grupos de poder. Este episodio histórico tuvo un impacto duradero en las colonias americanas y en la historia de la Compañía de Jesús. La expulsión de los jesuitas dejó un vacío en la educación y en la labor misionera en estas regiones, pero también abrió nuevas oportunidades y desafíos para otros grupos religiosos y para el desarrollo de las sociedades coloniales.

Bibliografía: – Durán, R. (2010). «Expulsión de los jesuitas y desamortización de bienes comunales en la provincia de Valladolid». Diputación Provincial de Valladolid. – Sánchez Bella, I. (2012). «La expulsión de los jesuitas en América». Revista de estudios histórico-jurídicos, (34), 543-562. – Archivo Histórico de Santa Cruz.

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